lunes, 27 de febrero de 2012

MOTOSIERRA

MOTOSIERRA
Los juguetes olvidados 
parecen un nuevo tesoro encontrado en una caja llena de polvo y hollín.
Los abandoné hace media vida,
teniendo en cuenta que recién cumplí cuatro años.
Forzosa barbacoa en el jardín desierto
para quemar las malas hierbas que impiden la llegada al hogar.
Me sorprende ver mi nueva casa llena de telarañas
que blanquean sus rincones.
Trampas dejadas por las últimas pobladoras
de un cielo raso mal acabado.
Aparezco ante mis padres con una pala de plástico sucia y rota.
Con un maletín mariposa sin pilas
cuyas luces sonoras dejaron hace mucho de cantar y brillar.
(Media vida, ya lo dije).
Con un estuche de rotuladores secos.
Con un balón pinchado al que se le ven las tripas.
Con un tronco quemado.
Nada.
Juguetes. Sólo son juguetes.
Los juguetes en manos de un niño 
no llaman la atención.
No surge efecto.
Mejor cojo la motosierra de mi padre.
Pesa.
Pero esta vez se han fijado en mi.
¿Tan retorcido hay que ser
para que sepan que existes?
Dejaré los juguetes
para cuando sea mayor.

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